Ileana Almeida*
Para los pueblos indígenas el agua está en el centro
de los relatos que reflejan su cosmovisión: es una dación de los dioses. En un
mito quechua se narra el origen y el ciclo perpetuo del agua: dos enormes serpientes
se encargan de unir los mundos. Salen del inframundo, natural guarida de
ofidios, pasan al mundo terrestre, una en forma de un inmenso río, el Yaku Mama, o madre de las aguas, mientras la
otra apenas se mueve; esta tiene dos
cabezas y toma el aspecto de un árbol: es la Sacha Mama o madre de la vegetación. Con la boca de
abajo recoge alimañas y con la superior, pájaros. Ambas serpientes ascienden al
mundo de arriba, donde la Yaku Mama se
convierte en el Rayo y la Sacha Mama en
el Arco Iris o Koychi.
La defensa del agua
fue el motivo principal, en las semanas anteriores, de la multitudinaria marcha
indígena acompañada de varios movimientos sociales y apoyada por gente del
campo y las ciudades. Al avanzar por los chaquiñanes, portando la bandera del
arco iris –la wipala-en medio de los sembríos, renacía el mito de la vida:
el arco iris ondulaba en las tierras bajas y ascendía a los páramos, caía la
lluvia y se festejaba el agua. Fue un despliegue por la vida, la dignidad y el
agua, una demostración de los
ecuatorianos conscientes frente a la política del gobierno, subordinado a la
idea de un efímero “progreso”, que más que nada es acumulación del capital y hegemonía de potencias mundiales frente a la “nueva
fiebre por los metales en América Latina”.
El régimen ha
querido ocultar el significado de la marcha bajo falsa afirmación de que solo
han participado “cuatro pelagatos desestabilizadores”. Pero su discurso no se
sostiene, porque sabe que atrás están intereses transnacionales que no persiguen
ningún fututo socialista, sino el remozamiento del capitalismo. Son los mismos
objetivos de siempre, no importa que el agua se agote a merced de las ciegas
fuerzas del mercado mundial y a sabiendas de las ingentes cantidades de agua
que demanda la minería a cielo abierto. Ya se presagian los desastres que sobrevendrán
con el proyecto Mirador para la
explotación de cobre, oro y plata en la cordillera del Cóndor. La lista de las calamidades que cabe
esperar es larga: afectación a las corrientes superficiales y subterráneas, alteración
de los patrones de drenaje, mutaciones en la calidad del líquido, sedimentación de los cauces
de los ríos, perdida de la capacidad de recarga de las capas
freáticas, disminución del volumen de las aguas, contaminación por el drenaje
ácido de las rocas, envenenamiento del suelo por los metales pesados que al ser
excavado formarán una inmensa laguna de agua muerta. Estas funestas
perspectivas se obtienen del informe de
William Sacher, PHD en Matemáticas aplicadas a la Meteorología y Climatología. Así,
el agua, símbolo de vida en todas las
culturas, se trueca en signo de muerte
global y de la nueva dependencia de América Latina.
* Filóloga
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