Ileana Almeida *
Las tendencias predominantes en el pensamiento social
y político del país han variado. Ahora los movimientos sociales son los que
proporcionan las ideas para superar las plagas del actual período histórico: destrucción
ecológica, economías injustas, extinción de pueblos, prejuicios de género,
pretensiones de autoridad absoluta. El concepto de la realidad cambia
continuamente y, por lo mismo, la comunicación mediática exige nuevas imágenes.
Las antiguas presentaban a los indígenas de manera estereotipada, sin rostros, sin
propuestas para resolver sus problemas, sin rebeldía ni conciencia de su
situación. Esa percepción se había instalado en el pensamiento de grandes
sectores de la población; sin embargo, cuando los pueblos originarios mostraron
sus profundas raíces históricas, sus ideas políticas y su fuerza organizativa,
los medios empezaron a mostrar rostros de líderes, de asambleístas, de
profesionales, de artistas quichuas, shuaras, tsáchilas, etc.
Por supuesto lo anterior no significa que los medios ahora
solo proyecten representaciones positivas de los indígenas. ¿Ejemplos? Ciertos
canales de TV todavía exhiben escenas ofensivas lastradas de racismo imputándolas
a determinadas prácticas de la justicia comunitaria. Son la consecuencia de concepciones
y ópticas lastradas de racismo. Sin embargo, el Ecuador como país, no puede ser
pensado como tal sin la frecuente, muy frecuente, representación icónica de los
pueblos originarios.
En este contexto, la figura mediática que proyecta
Mónica Chuji sensibiliza la opinión pública a su favor y expresa vivamente las proporciones
que ha tomado el cambio. Su figura menuda y combativa inspira simpatía y
solidaridad, más aún si se considera que tiene como trasfondo la lucha de su comunidad,
la de Sara Yacu, reconocida por la firmeza y capacidad que ha demostrado para defender
los derechos humanos de los pueblos indígenas. La imagen de Mónica, enfrentada
a la prepotencia oficial, ha adquirido un significado político mayor y ya ninguna
artimaña del poder podrá abolir esta percepción, cada vez más generalizada.
Por el contrario, la imagen del régimen se deteriora con
cada atropello que este comete. La insólita presencia del presidente Correa y
sus cercanos colaboradores en la sala del juzgado, con el evidente propósito de
intimidar a la dirigente indígena y a los jueces que debían juzgarla, revive modelos
de sometimiento propios del pasado
colonial. Los medios dieron testimonio irrefutable de la intromisión del
ejecutivo en un asunto privativamente judicial, y la gente la entendió como un
nuevo intento de amedrentar a todos los que se oponen al ejercicio dictatorial
del poder.
* Ileana Almeida
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