miércoles, 4 de enero de 2012

PROHIBIDO OLVIDAR


* Ileana Almeida
                                
La conformación social de los pueblos indígenas es heterogénea: hay  agricultores, comerciantes, obreros, intelectuales;  entre los selváticos hay  cazadores y recolectores. También están los que profesan diversas religiones; muchos se agrupan en organizaciones, otros no. Todos tienen un denominador común: sus pueblos son el resultado de un proceso de histórico no reconocido. Por eso, la agresión política a un individuo es una agresión a toda su colectividad. El actual gobierno no ha escatimado epítetos racistas para insultarlos. Se los encausa por oponerse a leyes -como la de minería- que propician la destrucción del medio ambiente. (Conviene saber que la extracción minera en Filipinas ha puesto al desnudo el incumplimiento de compromisos de las transnacionales que   han provocado grandes pérdidas en la agricultura, han  empobrecido a los campesinos). Aquí, les han reprimido por protestar contra la ley de aguas. (Recuérdese que en Cajamarca la explotación aurífera ha demandado un gasto desmedido de agua, lo que ha motivado el levantamiento de toda la población para salvar las últimas vertientes).

Aquí, se han criminalizado sus protestas y se les ha procesado por defender su derecho a la supervivencia -sin agua no hay vida- burlando  preceptos constitucionales que los amparan. Se ha intentado acallarlos con el uso de la fuerza: Macas y Otavalo, aquí se les negó la participación en la cumbre de la Alba. Se han limitado las competencias autonómicas en la Educación Bilingüe Intercultural y el Codenpe, que representan sistemas de su pensamiento cultural. Se ha enviado misioneros a la Amazonia para “civilizarlos”, ignorando que la esencia de las culturas originarias son las leyes naturales, por lo que son los guardianes de la naturaleza. Se les ha inculpado por los acontecimientos del 30-S, aduciendo que el antecedente para la revuelta policial fue la defensa que hizo la Conaie de los recursos hídricos. Se envía como embajadores a ciertos dirigentes  para simular una disposición favorable hacia los indígenas, pero en realidad para dividir sus organizaciones. La presencia del presidente Correa en el juicio contra Mónica Chuji tuvo un objetivo: ejercer presión sobre los jueces; una madrugada el mandatario apareció en Zamora para pelearse con el prefecto provincial demostrando la ubicuidad que le distingue cuando de perseguir a la dirigencia indígena se trata. La Conaie tuvo que acudir a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en demanda de medidas cautelares para los Tagaeri y Taromenani, tras la licitación del campo petrolero Armadillo, situado en territorio waorani.
  
En resumen: la política del régimen evidencia la falta de criterios justos para enfrentar la realidad de los pueblos indígenas, desprecio a sus derechos históricos y constitucionales, menosprecio a sus potencialidades,  e inclusive desinterés por su existencia. ¿La patria ya es de todos? ¿Así procede un gobierno de vanguardia?


* Ileana Almeida

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